10/9/09

fAmArA

Famara, este verano hubo tiempo para pasear por su arena. Menudo ejercicio de higiene mental supone eso. El Risco, la Graciosa enfrente, el último resto visible de un antiguo barco hundido, presente desde mi infancia, cada año un poco más y más hundido...


Esta playa tiene algo. Cuanto tienes la inmensa suerte de encontrarla "de buenas" no hay nada comparable. Ahora, es bien raro que suceda algo así. Famara sin viento y sin olas como que deja de ser Famara. Es indomable y rebelde. Cambia a su antojo. A marea baja es una cosa, y a marea alta otra distinta. No es fácil, ni cómoda. Normalmente o te gusta o no te gusta nada. A mi me gusta por su grandeza y su fuerza. Porque te hace sentir pequeña.

Con el firme propósito de que el verano no nos dejara acartonadas mi madre y yo nos propusimos ir a caminar todos los días. Famara, larga como un año entero, es ideal para eso. De la Caleta al final de la playa te pegas por lo menos una hora. La mañana es un momento ideal, y si te cuadra la marea baja mejor aún. Bien prontito son pocos los que se acercan a la playa. Los adictos al kitesurf son de los primeros en llegar. Y vuelan. Nos ponían los dientes largos desde el aire, disfrutando lo que les da la naturaleza, volando sobre las olas.







Photos by Willy.

7/6/09

LaGo tItIkAkA


Damas y caballeros...
¡¡¡ Pasen y Vean !!!


¡oh!
una llama echa de totora...
Nada más llegar, ya empiezo a flipar


Cuando desde la ciudad de La Paz decides visitar el lago Titikaka
la pupila se relaja. La dureza de la tierra encuentra la laxitud de una enorme masa de agua dulce, tan azul y viva como el mar. Es el gran lago Titikaka.




No hay obstáculos ante mis ojos, solo agua y el cielo.
Y del otro lado, el Perú.


En pequeños barquitos los visitantes (turistas y locales en proporciones similares) nos trasladamos a distintos puntos del lago. Desde la pequeña ciudad de Copacabana nosotros decidimos ir a la isla del Sol. Arturo ya estuvo en su anterior visita, pero se quedó con ganas de más.


Los barcos llegan a un pequeño embarcadero, y desde ahí hay que subir unas empinadísimas escaleras que llegan hasta Yumani, el pequeño pueblito donde se concentran los hostales. La escalinata, conocida como escalera del inca, une Yumani con el embarcadero y con la fuente donde las mujeres y l@s niñ@s lavan la ropa.



Vistas desde la Isla del Sol, al fondo, bajo las nubes y cubierta de nieve, la Cordillera Real.




EL aterrazamiento de la Isla del Sol, y en general de toda la enorme área que circunda el lago es espectacular. El aprovechamiento agrícola de estas tierras durante la etapa tiawanaku e inca debía ser bastante intensivo.



Tras pasar la noche el día amaneció despejado y limpio. Nos fuimos a dar un paseo por la Isla. Fue increíble. Caminamos cerca de dos horas, sin cruzarnos prácticamente con nadie, en aquel trozo de tierra, lleno de flores.









De vuelta en Yumani con un hambre canina, a papear. Nuestros dos días en el lago comimos lo mismo. Sopa de Quinua y Trucha a la plancha. Podríamos haber seguido así una semana, después de meses y meses casi sin comer pescado.








De vuelta a Copacabana me sentí relajada, en paz. Habíamos cumplido nuestra cita ineludible con este grande de Bolivia y del mundo. Sin tiempo para darnos el saltito al cercano Machu Picchu comentamos "así, tendremos que volver".