La Paz, bajando desde la ciudad de El Alto
Es como si de una enorme hoya se tratara, rodeada de montañas nevadas. Tiene una energía especial y aunque es pelín incómoda (todo cuesta p´arriba y cuesta p´abajo) no puedes evitar alucinar en colores con lo que esta ciudad te puede ofrecer. Eso sí, hemos acabado echos gofio, pues entre la marcha peluda y el "soroche" (mal de altura) el cuerpo y la cabeza acaban con una fatiga monumental... Curioso fenómeno el de la altura. Yo más chula que un 8 pensé que no me iba a afectar en absoluto. La primera media hora no sentí nada en absoluto. Pensé "buáh, tanto rollo con el soroche, que fragilona es la gente..." Pero de repente tenía que parar en medio de una conversación, sentada en el sofá, porque pareciera que estaba escalando el Teide del asfixiamiento. Es una sensación rara, de repente te falta un poco el aire y notas como se te acelera el corazón del esfuerzo. Cuando caminas es cuando más lo aprecias. Salimos del hotel pa´ dar un paseíto por la zona de Avaroa, y tras caminar 10 minutos sentíamos las piernas como si hubiéramos venido caminando atravesando Los Andes desde Cochabamba. Unas agujetas!! Claro, falta de oxígeno en los músculos = agujetas como un burro.
A base de matecito de coca todo el día. El fin de semana fue un no parar de acá para allá y aún así 1000 cositas quedaron en el tintero. Museos no visitamos ni uno. Eso si, bailamos como posesos, bebimos como rusos y nos reimos hasta jartarnos.
Eramos un grupillo gracioso formado por las cooperantes destinadas en Bolivia mas Arturillo y yo.
Cena de navidad
Interminables conversaciones sobre el mundo de la Cooperación, la vida en el país, la situación política, la nostalgia del terruño. El frío hizo su presencia, no me puedo imaginar como debe ser esta ciudad a 4000 metros de altura en invierno. Estamos en verano, y salíamos con paraguas (temporada de lluvia) jersey de lana y anorak. En invierno debe ser alucinante el peletazo. No en vano hacía tan solo un día había nevado en el Illimani!
El pibe nos contaba que actualmente se continúan utilizando las ruinas (que son patrimonio de la Unesco) para la celebración de los solsticios por parte de las comunidades de la zona, y que viene gente también de otras partes del país. Debe ser mágico ver como los rayos del sol del día tal salen por tal sitio y rebotan en tal otro y darnos cuenta de como aquella gente tenía todo controladito.
Nos fuimos de Tiwanaku con una lluvia torrencial mojándolo todo.
Un truco que nos enseñó el señor que nos llevó en Taxi: un poquito de champú en el cristal por dentro, extendido con un poco de papel higiénico y tachán!! No se te empañan los cristales.